Bordoneos inolvidables

BORDONEOS INOLVIDABLES
Eras chistoso, muy chistoso, “Muerto”; con aquel cuerpo flaco y consumido, como reducido a su esqueleto, con aquel bigotito de pubis de quinceañera, con tu carita de monedita de plata recién pulida, con tus manitos de primera enamorada, siempre limpias; con tus camisas viejas más nuevas del mundo. ¿Te acuerdas? Con tus trusas largas que hacían más risibles tus piernas de pollo. Te recuerdo porque hoy me acordé que se debe de querer a los amigos, a los amigos como tú y se me vinieron a la cabeza, mucho menos poblada, tantas cosas que hicimos juntos, tantas tonterías, ¿te acuerdas? Esos partiditos de a “chinita” sobre el asfalto, frente a tu casa ¿cuántos vidrios rotos?, las pelotas “picadas” por la “Tuerta”. ¿Cómo olvidarnos, no?
¿Cómo nos conocimos? ¿Cuándo? La misma aula en la secundaria, una casa a una cuadra de la otra, íbamos y regresábamos juntos por aquel polvoriento camino esquivando camiones cisternas, haciendo equilibrio sobre los tubos de la empresa de combustibles que cruzaban nuestro recorrido escolar, cinco años, nuestra secundaria. ¿Cómo se nos va a olvidar lo que jodíamos al “Gordo”? Imposible. Las “broncas” a la salida y atrás del colegio, tantas cosas, ¿no?
Creo que fue en tercero cuando el “Chincha” nos “sacó la mierda” a los dos, la “vaina” era conmigo y tú de “metiche”… a defenderme y recibiste tu buena porción de puñetes, ja, ja, ja, ja, ¿cómo olvidarlo? Aún tendrás esa cicatriz en la mano por no dejarte cortar el cabello en el aula para el desfile de Fiestas Patrias, la “palomillada” se acabó cuando empezó a manar tu sangre sobre tu frente, sobre tu camisa blanca de uniforme rayada de frases de despedida de la secundaria, tu sangre… sobre tu vieja carpeta. ¿Recuerdas el robo del único cuaderno del “Gordo”, aunque siempre negaste tu complicidad?, ¿recuerdas que lo “jodimos” a un mes de acabar el año, por malo, por mal amigo y compañero, por no querer prestar para copiar lo que nos faltaba y así poder dar los exámenes finales? Pobre “Gordo”, dijo que no durmió 3 noches para rehacer todo lo robado, ja ja ja ja… Y cuándo su cuaderno, el mismo, le cayó sobre la cabeza… en forma de “pica pica” en la fiesta de fin de año, qué pendejos, ¿no? Todavía te deben doler los golpes que te dio, o ¿solo fueron a mí? Esa noche se las cobró todas, esa y la vez que lo dejamos colgado sobre los muros del colegio, intentando escapar por primera vez… nos llamaba, nos gritaba por ayuda pero ahí lo dejamos…
Hoy, 30 años después, ese mismo gordito es un político de renombre; y tú fuiste su chofer por casi dos décadas, su mejor amigo, él que se las sabía todas al señor congresista. Él mismo al que hay que abordarlo con tiempo para una reunión, previa cita con sus tres secretarias y revisión de agenda anticipada. La vueltas que da la vida… ¡Carajo!
“Muerto”, amigo, mañana es tu despedida y no estarán ni mujer ni hijos a tu lado, nunca te casaste, no tuviste hijos conocidos. Amigo, ven y tómate el último trago conmigo, escuchando la música del “Tri de México” como hace tantos años en la radiocasetera del “Burro Blanco” de tu “viejo”… El “Gordo” se disculpó… que tiene una reunión ineludible de su partido político, en el extranjero. Solo estará tu hermano, otro solterón, otro “invisible” y yo, al que casi matas con el carro de tu ex jefe. Yo también estaré ahí, para despedirte con un discurso elaborado y para darle la frase póstuma que grabará en tu lápida mi compañero sepulturero. Pero no he de quedarme tranquilo con las explicaciones que me dieron sobre tu accidental muerte, no se me “cocina” del todo, para mí que aquí hay “gordo encerrado”. No me quedaré tranquilo aunque también encuentre una bala “perdida” en mi camino, por “metiche”. Te la debo, Amigo.


Tusitala Ching, 2010.

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